Palabras de Oscar Jara 1

Creo que este acto tiene varias características: primero, considero que es un honor, pero también un desafío. Por otra parte, es una alegría, pero, quizás, sobre todo, un compromiso.

Creo que es un gran honor, muy grande, que la Universidad Federal de Rio Grande do Sul, por la iniciativa de la Facultad de Educación y su Consejo Universitario, haya hecho un reconocimiento a la Educación Popular Latinoamericana. Este reconocimiento es muy significativo y muy honroso, porque permite visibilizar un proceso que se lleva a cabo en muchos lugares en nuestra región latinoamericana desde hace mucho tiempo. Por eso, digo que recibo este título con mucha alegría, pero con mucha humildad, porque lo recibo en nombre de tantos educadores populares que están aquí presentes, y también en nombre de las educadoras y educadores populares que trabajan todos los días en todos los rincones de Latinoamérica: en asentamientos, campamentos, favelas, quilombos, en los barrios populares de nuestros países, en las comunidades indígenas o con organizaciones que trabajan con derechos humanos, organizaciones de mujeres, organizaciones ecologistas y de economía solidaria. También en nombre de aquellos que trabajan en las escuelas y colegios de primer, segundo o tercer nivel, y de las y los educadores populares en las universidades, ONGs e incluso en las entidades del gobierno. Este homenaje es para todas esas personas, porque las educadoras y los educadores populares formamos parte de esta historia, una historia latinoamericana de lucha y de búsqueda de democracia, justicia, equidad y libertad.

Por eso, es un gran honor que la UFRGS, una universidad tan importante, tan prestigiosa, haga este reconocimiento, lo que significa también es un desafío. Un desafío muy importante que, como señaló la profesora Sandra ahora, simbólicamente está reflejando o permitiendo la aproximación y la confluencia entre dos movimientos, dos realidades, que muchas veces no están en conjunción, que poseen vertientes separadas y que, a veces, se miraban en niveles diferentes: la universidad, por un lado, y la educación popular, como movimiento, por otro. Creo que este es un momento en que necesitamos articularnos y alimentarnos mutuamente. Por eso, simbólicamente, este acto es un desafío para conjuntar, confluir y articular los procesos de la educación popular y los procesos que se dan en la educación universitaria en América Latina.

Es simbólico que eso se haga en este año 2018, cuando conmemoramos los 100 años de la Reforma Universitaria de Córdoba, cuando las universidades latinoamericanas, impulsadas por los movimientos estudiantiles, cuestionaron esa universidad elitista, cerrada y dogmática que existía, para crear una propuesta de universidad comprometida con los movimientos, y las necesidades de la sociedad, colocando el lugar de la universidad dentro de esos desafíos de la sociedad y no alejada y aislada mirando hacia sí misma.

A partir de Córdoba, en 1918, todas las universidades en América Latina tuvieron un nuevo paradigma donde colocarse ante una realidad que siempre es cuestionadora. Desde entonces, no podíamos mirar más hacia nuestro propio interior, sino comprender que el sentido del quehacer universitario sólo puede realizarse en la medida que dé respuesta a los desafíos de la sociedad a la que pertenece. Y, por eso, en este momento, 100 años después, es increíble e inaceptable que, luego de estos logros de autonomía universitaria, de cogobierno y de impulso de una extensión universitaria dirigida hacia la transformación social, estos logros que fueron creados o conquistados hace ya un siglo, tengamos gobiernos o políticas públicas que quieran eliminar esa perspectiva de las universidades, haciendo retroceder 100 años nuestros procesos educativos. Esto es increíble y es inaceptable.

Volví hoy de Uruguay y de Argentina; en la Universidad de La República y en la Universidad de Rosario, estuve trabajando con docentes, investigadoras e investigadores, alumnas y alumnos, algunos temas importantes en este momento: trabajamos educación popular, sistematización de experiencias, investigación participante y extensión universitaria. Una extensión que cada vez más se piensa críticamente, no como un proceso que va de la universidad hacia fuera, sino como un proceso de acción social comprometida, en que el motor de las relaciones entre la sociedad y la universidad es creado por lo que llamamos extensión universitaria crítica o acción social transformadora -como le llamamos en la Universidad de Costa Rica- entendida como quehacer fundamental de la universidad, que posibilite descubrir y alimentar los temas generadores de la investigación y de la docencia 3.

Este proceso que se da en las universidades latinoamericanas se encuentra en un punto de confluencia con los procesos de educación popular: también es simbólico que en 2018 se cumplan 50 años de la publicación de “Pedagogía del Oprimido”, de Paulo Freire, una obra en la que se dio vuelta a la concepción tradicional de la educación, colocando en la relación entre enseñanza y aprendizaje, que el lugar principal estaba en esta última: la enseñanza en función de los procesos de aprendizaje, en los que el educador y la educadora debemos ser también aprendices, debemos tener capacidad de generar aprendizajes y no sólo transmitir informaciones o pretender transferir conocimientos. Una educación horizontal, problemática, dialógica, crítica, que Paulo Freire llamó educación liberadora de todas las opresiones y liberadora de todas nuestras potencialidades.

A lo largo de esos 50 años, desde el campo de la educación popular, y de los 100 años de la Reforma Universitaria de Córdoba, se han desplegado caminos diversos, pero que ahora están en proceso de confluencia. Creo que el desafío de este reconocimiento que hoy hace la UFRGS puede ayudar y trabajar para que esa confluencia entre Universidad y Educación Popular sea posible.

En realidad, creo que deberíamos pensar que toda educación debe ser popular en cualquiera de los sentidos en que se puede entender lo “popular”: la primera acepción es entender lo “popular” -que viene del pueblo- como una educación que debe responder a las demandas o necesidades de todas las personas de un país: el pueblo brasileño, el pueblo de Río Grande del Sur, el pueblo latinoamericano… Así, todas las personas, tenemos el derecho a la educación, a todos los niveles y a lo largo de toda la vida; y el deber del Estado es responder con una educación pública, gratuita, laica, inclusiva y de calidad, proporcionando los recursos necesarios para ello. Este es un derecho de los pueblos y ese es el deber que los Estados deben cumplir. Por lo tanto, hablar de educación popular, en primera instancia, es pensar una educación que pueda responder a las necesidades de todas las personas de nuestros países en todas las modalidades posibles.

Hay un segundo sentido de lo “popular”, que se refiere más a los sectores populares, aquellos sectores subalternos de la población que sufren algún nivel de asimetría, sea por explotación económica, dominación política, marginación, discriminación o exclusión. Son todos aquellos sectores que el sociólogo Helio Gallardo llama “pueblo social”. Por lo tanto, una educación popular debe tener como su principal participante a los sectores de ese pueblo social, a quienes sufren cualquier nivel de asimetría; ellos deben ser los sujetos prioritarios con quienes impulsar una educación popular en ese sentido.

El tercer sentido de lo “popular” es aquel que viene de la idea de que la educación es un movimiento que nos construye como personas protagonistas del cambio social y cultural, como sujetos críticos y creadores de la historia, y que construye, por lo tanto, nuestras capacidades de transformar la realidad y esas asimetrías. Una educación popular, en este tercer sentido, es aquella que une todas aquellas fuerzas, sectores, instituciones, entidades y personas que luchan, trabajan y buscan que esas asimetrías sean canceladas: el “pueblo político”. Una educación popular que tiene un fundamento ético, político y pedagógico creador y transformador.

Es este sentido político de educación popular, el que en la década de los sesenta, Carlos Rodrigues Brandão, retoma de la propuesta de Paulo Freire de una educación liberadora y concientizadora -y con un equipo que él coordinaba y que tenía contacto con movimiento ecuménico en Uruguay y otros países, el ISAL, Iglesia y Sociedad en América Latina- produce uno de los primeros textos en que se habla explícitamente de “educación popular” para diferenciarla de las otras corrientes educativas. Paulo Freire no utilizó originalmente el nombre de “educación popular”, sino ese equipo coordinado por Brandão con la intención de explicitar que la educación debe ser pensada como movimiento y como parte de los movimientos populares de transformación social, vinculado con los movimientos de cultura popular que, buscando una utopía de liberación, crean las condiciones para que se ella haga realidad y la utopía suceda. A partir de allí esa denominación se extendió por toda América Latina y el Caribe para identificar una concepción y una práctica de educación vinculada a procesos de transformación social.

Por eso es que en este momento podemos hablar de educación popular en cualquiera de estos tres sentidos: toda educación debería ser popular, pues es un derecho de todas las personas; también deberíamos tener una educación que tenga como prioridad a aquellas personas que sufren cualquier nivel de asimetría y, finalmente, esta educación debería ser capaz de construir nuestras capacidades de soñar, pensar, sentir y transformar esas asimetrías, construir capacidades de producir conocimiento, los más difíciles, los más complicados, y, también los más profundamente simples a partir de diálogos de saberes, con los saberes populares, y los conocimientos ancestrales. ¡Hay tanta sabiduría en el mundo…! por lo tanto, la educación en las universidades es y debe ser uno de los lugares y espacios para hacer Educación Popular.

No hay que pensar que la educación popular es sólo aquella educación marginal, o una modalidad de educación de adultos, o la que está dirigida para solo un sector social; o una educación que es la que hacen las ONG, o que se hace sólo para alfabetización, o con contenidos elementales y recursos pobres. No. La educación universitaria debe ser popular y en los tres sentidos que hemos hablado. Esto sí es un gran desafío para romper los moldes de interpretación que intentan aún poner los procesos de estudios académicos alejados de las dinámicas de la realidad y que no nos permiten contribuir en su transformación sino por el contrario, buscan adaptarnos a las condiciones elitistas y mercantilistas del sistema existente y hegemónico. Por eso, como decía la profesora Sandra, se trata de la construcción de las personas como sujetos críticos y de transformación, con capacidades intelectuales y emocionales que nos permita relacionarnos de otra manera, dialogal y no autoritaria, lo que supone hacer de los procesos educativos un ejercicio fundamental de democracia.

Una educación popular debe ser democrática y democratizadora, y las relaciones docente y alumno deben ser horizontales, dialógicas, democráticas, de respeto, de construcción de saberes conjuntos. Una posibilidad desde los procesos educativos, que nos permita también construir sociedades democráticas, en las que no se practica sólo la institucionalidad democrática formal, sino en que se respetan todos los derechos de todas las personas en todos los momentos y en todos los lugares. De esta manera tenemos que ver que los procesos electorales, que muchas veces están sometidos a una dimensión mercantilista y de comunicación masiva y que no alcanzan las relaciones sociales que vivimos en la vida cotidiana, son sólo una parte de la democracia. Todo proceso de educación popular es un proceso de educación ciudadana que nos crea como ciudadanos capaces de vivir y construir relaciones democráticas en todos los espacios de la sociedad y de la vida cotidiana. La confrontación principal de esta época es una confrontación ética. ¿Qué vamos a poner en el centro de los valores de nuestra sociedad y de nuestra educación?: ¿El mercado, el lucro, el individualismo, o el valor de la solidaridad, de la colaboración, el valor de la relación con la naturaleza como parte de ella?… ¿Cuál es el valor que ponemos como central en nuestra posibilidad de construcción educativa y de nuestras relaciones sociales?: ¿La relación individualista, consumista, conformista e intolerante ante los diferentes? ¿o esa idea clave de construirnos como personas solidarias que no tenemos futuro sino como especie humana que viva en justicia y equidad? ¿Que no será posible el futuro si no creamos capacidades humanas, vitales, amorosas, que nos humanicen y humanicen el mundo? De ahí que esa idea freireana de nuestra vocación de “Ser Más” es un desafío ético fundamental para cualquier trabajo educativo que sea -en ese sentido- popular, democrático, creador, transformador. Por eso, este reconocimiento que recibimos hoy es un desafío en este momento de la historia, que confronta directamente la lógica dominante mercantilista, patriarcal y colonialista.

Quiero también decir que este es un momento de extrema alegría. Estoy muy feliz de estar aquí hoy con Ana Mireya, mi compañera de aventuras. De estar aquí con ustedes amigas, amigos, con quienes he trabajado desde hace mucho tiempo: Conceição Paludo, educadora popular en la universidad y en los movimientos; Liana Borges con quien viví una experiencia inolvidable en MOVA-RS hace 18 años; con Elza Falckembach de Unijuí, amiga y maestra compañera del PLAS CEAAL; con personas como Valburga y Danilo Streck, que me incentivaron para que terminara mi tesis doctoral; Ana Lúcia Freitas, con sus inquietudes desde los Foros de Lectura de Paulo Freire, sirviendo a la educación popular desde las bases… Con Selvino Heck compañero de tantas luchas y redes, Samuel Santos de ENFOC, Dedé, Albert Sansano del Foro Mundial de Educación… que están aquí; con el profesor Balduino, tan querido y admirado, que no pudo venir… y, claro, querida Sara de Deus, inspiradora y movilizadora… son muchas personas de aquí de Rio Grande do Sul con quienes he aprendido a lo largo de mucho tiempo, que no puedo nombrar a todas… Cada una y cada uno de ustedes me traen una gran alegría, porque significan una relación, un movimiento, una propuesta, ideas transformadoras, que son una posibilidad para que podamos crecer, construir.

También hay personas que no están aquí presentes, como nuestros hijos, nuestras hijas, mi hermana, las personas del Centro de Estudios y Publicaciones Alforja, en Costa Rica, todos los educadores y educadoras de la Red ALFORJA de Centroamérica, los compañeros y compañeras de los colectivos nacionales y grupos de trabajo del CEAAL el Consejo de Educación Popular de América Latina, en el Caribe. Yo siento en ese momento que este homenaje es de todos nosotros: todas estas personas también están siendo reconocidas, porque cada día intentamos hacer algo nuevo y no vamos a dejar de soñar, de construir algo nuevo. No vamos a resignarnos con esta sociedad que vivimos, no vamos a caer en el conformismo, no vamos a quedarnos simplemente desesperados. Vamos a construir nuestra capacidad de esperanzar, como decía Paulo Freire, y esa capacidad está en la medida en que tenemos la capacidad de mirar más lejos, más profundo y más colectivamente. Que tengamos la capacidad de juntarnos y de sentirnos juntos para construir capacidades que aún no tenemos: hay cosas que existen y cosas que podemos hacer que existan. Y la educación popular precisamente tiene la característica que es un proceso creador que permite construir cosas que aún no existen. Creo que esta es una oportunidad para afirmarlo: vamos a construir una educación popular que aún no existe, en todos los rincones, sectores, niveles y modalidades en que la gente trabaja; otra educación es posible.

Por todo ello, este acto es también un compromiso con una historia en la que hemos tenido la posibilidad de participar también a lo largo de varios años con ésta, nuestra pequeña, modesta historia, formando parte de esa enorme red de contactos, de búsquedas y de reflexiones con muchas otras personas que se adelantaron a nosotros en esta caminada y  están ahora aquí presentes en nuestro corazón. Son muchas personas, algunas que quiero recordar aquí, como Carlos Núñez, Graciela Bustillos, Roberto Antillón y José Luis Álvarez, de México; Magaly Pineda, de República Dominicana; Fernando Cardenal, Edgar Silva y Freddy Morales, de Nicaragua; Berta Cáceres de Honduras; Francisco Gutiérrez, de Costa Rica; Raúl Leis, de Panamá; Mario Peresson y Orlando Fals Borda, de Colombia; y, de Perú: Vicente Santuc, inspirador de los sueños de alfabetización en la zona campesina del norte; Alfonso Ibáñez, filósofo y educador popular; María Elena Moyano y Emma Hilario educadoras y luchadoras de coraje; Juan Fernando Vega, que recientemente falleció… Son tantos educadores y educadoras populares con quienes tuvimos el privilegio de compartir la vida en tantos países… en Uruguay, José Luis Rebellato, y Ricardo Muttoni; en Argentina, José María Serra… Aquí en Brasil, Elza Maia Costa de Oliveira, compañera de Paulo Freire, que tuvo una importancia tan grande en la creación de su propuesta de alfabetización, Chico Mendes, João Francisco de Souza, Betinho, João Bosco Pinto, Cida Romano, Valdir Duarte, Marielle Franco… tantas educadoras, educadores populares amigas y amigos que en todos nuestros países están presentes, no como presencia física, sino que están como desafío, están como fuerza, en ese futuro en que queremos construir.

Por eso, quiero concluir con un poema de Atahualpa Yupanqui, que creo que puede acoger un poco esa sensación de fraternidad y dice:

Yo tengo tantos hermanos (y hermanas)

Que no les puedo contar

En el valle, la montaña

En la pampa y en el mar

 

Cada cual con sus trabajos

Con sus sueños, cada cual

Con la esperanza adelante

Con los recuerdos detrás

 

Yo tengo tantos hermanos (y hermanas)

Que no les puedo contar

 

Gente de mano caliente

Por eso de la amistad

Con un lloro, pa´ llorarlo

Con un rezo pa´ rezar

Con un horizonte abierto

Que siempre está más allá

Y esa fuerza pa´ buscarlo

Con tesón y voluntad

 

Cuando parece más cerca

Es cuando se aleja más…

 

Yo tengo tantos hermanos (y hermanas)

Que no les puedo contar

 

Y así seguimos andando

Curtidos de soledad

Nos perdemos por el mundo

Nos volvemos a encontrar

Y así nos reconocemos

Por el lejano mirar

Por las coplas que mordemos

Semillas de inmensidad

 

Y así, seguimos andando

Curtidos de soledad

Y en nosotros nuestros muertos

Pa´ que nadie quede atrás

 

Yo tengo tantos hermanos (y hermanas)

Que no les puedo contar…

Muchas gracias.

 


[1] Oscar Jara, educador popular y sociólogo. Director del CEP Alforja en Costa Rica y Presidente del CEAAL. Versión traducida  de la transcripción de la exposición oral hecha originalmente en “portunhol”.

[2] Cerimónia de entrega do título de Doctor Honoris Causa a Oscar Jara Holliday por parte da Universidade Federal de Rio Grande do Sul, a 12 de setembro de 2018.

[3] Ver el Manifiesto en defensa de la Universidad Pública y por una Acción Social Transformadora, producido por el Foro de Acción Social de la Universidad de Costa Rica en conmemoración de la Reforma de Córdoba durante 2017 y 2018 en: https://accionsocial.ucr.ac.cr/noticias/ucr-presento-su-manifiesto-100-anos-reforma-cordoba (nota editorial: este Manifesto encontra-se igualmente publicado, na sua versão original e em português, nesta edição da revista Sinergias).

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